Cuando el orden externo busca calmar el caos interno
- 23 oct
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¿Te ha pasado que, sin razón aparente, sientes la necesidad urgente de ordenar tus armarios, clasificar por colores, por tamaños, por frecuencia de uso?
De pronto, vacías cajones, reacomodas estanterías, etiquetas cajas… y sientes una paz momentánea.
Ese impulso no es trivial. No siempre se trata de amor por el orden, sino de una forma de recuperar control cuando algo en el interior se siente desbordado.
El sustento teórico: el orden como mecanismo de control
La neurociencia y la psicología coinciden: cuando el entorno se vuelve impredecible o emocionalmente caótico, el cerebro busca predecibilidad. El simple acto de organizar, alinear o limpiar libera dopamina y reduce la actividad de la amígdala, la zona cerebral asociada al miedo y la ansiedad.
Según los modelos cognitivo-conductuales del trastorno obsesivo-compulsivo (Rachman, 1997; Salkovskis, 1985), muchos comportamientos compulsivos surgen para aliviar la tensión ante situaciones que no podemos controlar. No son “malos” en sí mismos: son estrategias temporales de autorregulación.
El problema aparece cuando se convierten en la única estrategia.
Cuando el orden oculta lo que duele
El orden externo puede ser un refugio, pero también un mecanismo de evitación.
En lugar de mirar de frente lo que duele o nos preocupa, desplazamos la atención hacia algo que sí podemos dominar: un cajón, una lista, un espacio físico.
Desde la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), esto se llama evitación experiencial: intentar huir del malestar interno mediante acciones externas.
El alivio es real, pero pasajero, y deja intacta la raíz del desasosiego.
De controlar a observar
El desafío no está en eliminar esos impulsos, sino en mirarlos con curiosidad.
La próxima vez que aparezca la necesidad de “poner todo en orden”, pregúntate:
¿Qué parte de mi vida se siente caótica ahora mismo?
¿Qué emoción estoy intentando ordenar sin darme cuenta?
¿Qué necesito soltar más que acomodar?
Practicar esta observación sin juicio abre espacio a algo más profundo: la flexibilidad psicológica.
Y es ahí donde empieza el verdadero bienestar.
El orden es hermoso. Pero el verdadero equilibrio no nace del control, sino de la presencia consciente.
Ordenar puede ser un acto de amor propio si no esconde una huida.Porque cuando te atreves a mirar hacia adentro, descubres que a veces lo que necesita orden no está en el armario, sino en el alma.



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